CONCEJO DELIBERANTE DE LANÚS

lunes, 2 de septiembre de 2013

Ed. impresa. Espiritualidad: el no perdonar

Por Andrea Vartanian.

La falta de perdón es como un veneno que tomamos a diario a gotas y que finalmente nos termina envenenando. Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo para el otro sin darnos cuenta que los únicos beneficiados somos nosotros mismos.

El perdón nos libera de ataduras que nos amargan el alma y enferman el cuerpo. El perdón se basa en la aceptación de lo que pasó. No significa que estemos de acuerdo con lo que pasó, ni que lo aprobemos. No significa que dejemos de darle importancia a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que nos lastimó. Simplemente significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causaron dolor o enojo.

Si guardamos odio, rencor, o resentimiento por ofensas que hemos recibido, estamos perpetuando nuestro malestar y consumiéndonos, dejando de disfrutar el momento. Cada vez que recordamos cualquier episodio que nos causa dolor, dejamos de vivir el aquí y el ahora; dejamos de avanzar en nuestro desarrollo personal y nos estancamos en nuestro crecimiento espiritual.

Tenemos que considerar las circunstancias que pudo haber vivido la persona que nos ofendió, para llegar a ser como es, o qué situación estaría viviendo para haber hecho lo que hizo, aun intencionalmente.
Considerar qué parte juzgamos y qué pudimos haber hecho para que ocurra tal incidente, pero hacerlo de manera libre, sin tampoco generarnos la culpa, pero si dejando abierta esa posibilidad. 

Dejar atrás el papel de víctima y continuar con nuestra vida.

Recordar las cosas positivas y buenas que nos unieron a esa persona, los ratos buenos y bellos que pasamos con ella, los momentos de amor, apoyo, consejo y comprensión mutuos.

Hay que rezarle a Dios que bendiga a esa persona, y que le muestre lo que hizo mal y se arrepienta.

Liberar a la persona con nuestro perdón. Así nos liberamos a nosotros mismos para vivir en el presente, en el aquí y el ahora.

Perdonar reduce el estrés.

No perdonar puede ser más importante como factor de enfermedades cardíacas que la misma enemistad.

Las personas que culpan a otras de sus problemas se enferman más.
Quienes piensan en no perdonar muestran cambios negativos de la presión arterial, la tensión muscular y las respuestas inmunológicas.

Las personas que se imaginan perdonando a su ofensor sienten mejoría inmediata en su sistema cardiovascular, muscular y nervioso.
Inclusive las personas que han sufrido perdidas grandes y traumatizantes pueden aprender a perdonar y sentirse mejor psicológico y emocionalmente.

Porque, como dijo William Shakespeare, “el perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra. Es dos veces bendito; bendice al que lo da y al que lo recibe”.

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