CONCEJO DELIBERANTE DE LANÚS

miércoles, 8 de julio de 2015

EDICIÓN IMPRESA. Editorial. Messi, el país y la gran obra del fútbol representada como farsa

Por Néstor Sierra Fernández.

De chico me volvía loco por la Selección, pero más por Racing: recuerdo todavía la voz del cronista de José María Muñoz, desde Vicente López, que sonó como un bálsamo en mi alma Académica: «¡Gol de Racing!». Era 1981 u 82,  y ese gol a Platense significaba que nos salvábamos del descenso. Grité y salté. Tanto, que no me importó haber metido el brazo, con puño apretado y todo, entre una manija de picaporte y su puerta, ni abrirme un tajo profundo de unos cinco centímetros y la casa llenándose de sangre, porque no me importaba mi cuerpo. Mi otro yo, metido en mí, feliz, desahogado,  me sobrepasaba. Racing siguió en Primera.

No voy a hacer aquí un largo rosario de lo que sufrí con Racing y lo que me alegré el 27 de diciembre 2001 (paradójico, alegría un tanto contenida porque el país se desangraba) y el 14 de diciembre último. Acá no más. 
También me hacía grandes dramas con la Selección -menos que con Racing, reconozco- , con el llanto de hombre del Diego en la final del Mundial de 1990, y también en el 94, 98... junto con la mayoría de los argentinos. 

No somos los únicos: basta recordar las imágenes, en las tribunas en el último Mundial en Brasil, de las caras largas de los holandeses cuando los eliminamos, de todos los hinchas de las selecciones que iban quedando afuera. Y el llanto de los jugadores brasileños después de la catastrófica derrota con Alemania. 

Pero una vez, en la revista Humor leí una frase que me hizo dar cuenta del sinsentido de tanto drama colectivo: los problemas nos los hacemos los hinchas y los dólares se los llevan los jugadores.

En el '86 les ganamos a los ingleses con la maravilla del Diego, pero las Malvinas las siguen usurpado ellos. Fuimos campeones ese Mundial, en el '78 en plena dictadura, subcampeones en 1990 y en  Brasil, y ahora en la Copa América. ¿Y..? ¿Eso nos lleva a ser mejor país? ¿A ningún pibe le va a faltar la comida porque fuimos segundos? ¿La inseguridad va a seguir porque no fuimos campeones y, nos hacen creer las caras de la fiera Mascherano y de Messi, que es un deshonor ser segundos de una Copa América  o un Mundial? ¿Lloramos los argentinos ante la tragedia de Cromañón? ¿Y por la del accidente tren en la estación Once?

En el segundo tiempo del suplementario en Brasil, ya ganándonos Alemania, hay un tiro libre para Argentina, que, por supuesto, ejecuta Messi. Es él, no puede ser otro. Las obras perfectas las ejecutan los dioses. 80 millones de ojos posados en ese pie y ese balón y en esa barrera blanca. Su gol será la salvación de la Selección, y de la Argentina, de la alegría de un pueblo que necesita de ese gol imperiosamente para ser feliz. Tiró «Dios». Pero Messi no es Dios, es apenas un hombre. Y ya sabemos cómo terminó el partido. 

Y en esta Copa, en el partido ante Paraguay, asistió con jugadas sólo propias de ese pequeño genio en cinco de los seis goles argentinos. Pero no pudo marcar con Chile. No, al menos, en los 90 minutos. «Claro, hace goles en el Barcelona, nada más», «Es un pecho frío», «Maradona se ponía el equipo al hombro él solo»...

¿Entendemos que esos once hombres forman tan solo un equipo de fútbol? ¿O es que necesitamos salir campeones sí o sí para creer  colectivamente que somos los mejores del mundo también como país? 

«El martes, partido clave con Uruguay», decían los diarios tras el primer encuentro con Paraguay. ¿Clave para qué? ¿Para nuestras vidas? ¿O para la de quién? 

Creo, con los postulados de la Escuela de Frankfurt, que los medios azuzan el exitismo de la Selección para que, si éramos campeones, todos fuéramos largo tiempo al trabajo contentos, a seguir cumpliendo, ya desalienados, con el sistema de producción capitalista. Y que el no haber logrado un título significa, en realidad, la frustración de las grandes maquinarias del poder. Y en ese sentido, el fútbol es una obra representada como tragedia pero que, en realidad, es una farsa, en la que tanto Messi con sus millones como nosotros con nuestros pesos, somos sus actores de reparto.

De mi parte, contento con Racing campeón y algo triste porque la Selección perdió, pero alegre porque, aún así, somos tal vez igual los primeros de América. Pero no me volveré a romper un brazo por el fútbol. Porque en la vida, dramas, lo que se dice dramas, son otros.

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