CONCEJO DELIBERANTE DE LANÚS

lunes, 4 de agosto de 2014

EDICIÓN IMPRESA. Editorial. Y un día de julio, se fue Don Julio.

Por el director de PUNTO SUR, Néstor Sierra Fernández.

Por esas cosas inexplicables de la composición y edición de diarios, había borrado las notas del número de julio de PUNTO SUR para que dejen lugar a las nuevas, como lo viejo debe morir para dar espacio a lo nuevo, aunque nos pese. Borré todos los artículos menos el de esta columna, en la cual reflexionaba sobre la fea actitud que había tenido Julio Grondona contra Diego Maradona, tras el partido Argentina 1 - Irán 0 en el Mundial de Brasil, cuando dijo «se fue el mufa y ganamos».

Le pedía un gesto de grandeza, con un pedido de perdón a Maradona, por todo lo que le significó futbolísticamente a la Argentina el mejor jugador del mundo. Grondona murió sin pedir disculpas.

Tampoco lo quiso y ni siquiera lo habrá pensado, claro. Y ese era Grondona. El que lució el anillo con su frase famosa «Todo pasa», de la que hizo casi su filosofía de vida, hasta la muerte de su esposa, tras la que en una entrevista reconoció que «No todo pasa».

Grondona fue el típico pícaro argentino, el hábil que sabía dar vuelta semánticamente cada cuestionamiento a su entronización en el sillón de la AFA desde 1979. Esa misma cintura aprendida en la universidad de las calles de Sarandí, que le permitió presidir la Asociación del Fútbol con los dictadores, desde Videla hasta Bignone, pero también en democracia, desde Alfonsín hasta los Kirchner, a quienes les vendió el «Fútbol para todos», que lo puso tan feliz como años antes lo habían puesto los millones que le llevó Carlos Ávila para que TyC le comprara los derechos de televisación de todos los partidos de la Primera A a la Z, si hubiese existido.

Ese Grondona que, por todo lo expuesto, criticamos tantas veces desde estas páginas. El hombre que supo tejer relaciones de poder con gobiernos, políticos, empresarios y todos aquellos que detentaron el  poder en la Argentina, de una u otra manera.

Los obituarios de «La Nación» son una muestra cabal: lo despidieron allí Daniel Scioli, Gabriel Mariotto, la empresa de turismo Rotamundo (contratada para los viajes de la Selección), Darío y Adrián Werthein, Martín Redrado, Antártida Cía. de Seguros, Sancor (mismo rubro), Club Arg. de Rugby, el intendente de Brandsen, Gastón Arias, el banco chino ICBC, por decir sólo algunos.

Pero también, ese mismo Grondona ayudó a muchos muchachos. «Me sacó de la  mala en una época difícil para mí», lo recordó Pedro Damián Monzón. Sebastián Romero contó que un día le dijo: «no vas a superar a Fillol, pero vas a atajar en la Selección».

En lo formal, era vicepresidente de la FIFA con Havelange y con Josep Blatter, pero con este era en realidad el presidente. Cuentan que con sólo una guiñada de don Julio, Blatter sabía qué decisión tomar.

Hace años, recuerdo que lo entrevistó por radio Fernando Bravo, con quien se trenzó en una fuerte discusión, pero siempre en buenos términos. Al cortar, se alcanzó a escuchar una puteada de Grondona. Ante la trascendencia, a los pocos días lo llamó al conductor para decirle su famoso «todo pasa».
Para él, todo pasaba. El calificativo de mufa a Maradona, la acusación de la venta de entradas del Mundial. Pero el 30 de julio, se fue Don Julio, porque la muerte un día llega y no se puede esquivar con un «todo pasa».

(Luego de su despedida con tanta pompa en el Cementerio de Avellaneda, pensé como Becker: «Dios mío, qué solos se quedan los muertos»).

De las calles de Sarandí llegó a pisar Suiza. Se fue para siempre un tipo que, con lo bueno y con lo malo, no pasó inadvertido por esta vida.

Buen viaje, Don Julio.

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