CONCEJO DELIBERANTE DE LANÚS

miércoles, 17 de mayo de 2017

EDICIÓN IMPRESA. Opinión: Los italianos en la Argentina y su patriotismo pacífico

Por Gerardo Scioscia. (*)

Fue por la década del  10, que muchos italianos resolvieron emigrar en busca de mejor  fortuna. El país preferido por un centenar  de ellos fue el nuestro y desde aquí, comprando productos manufacturados   en  la Italia  que dejaron atrás, ayudaron a su crecimiento económico, esperanzados en volver a ese suelo,  donde quedaban sus mayores y otros afectos. Nosotros en cambio, actuamos de un modo diferente, desechamos lo nuestro para comprar importado y no siempre por decisión propia. Claramente son tiempos distintos y situaciones diferentes, nosotros estamos aquí, al menos por ahora, aunque la historia puede repetirse de modo inverso si no advertimos el error a tiempo. 


Para orientar a quienes tomaban la dolorosa decisión de abandonar su patria natal,  en 1913 se publicó en Roma el ¨Manual del Emigrante Italiano a la Argentina ¨que se distribuía gratis entre los aspirantes a llegar a estas tierras. Su redacción  estuvo a cargo del profesor Arrigo de Zettiri quien aporto interesantes consejos para los que buscaban nuevos horizontes en estas tierras del sur.  En ese pequeño libro de consulta  para los que decidían abandonar su patria  abundaban los consejos  e indicaciones  para  esos viajeros.  Se explicaba que solamente podían emigrar quienes cumplieran determinados requisitos. Por ejemplo, los italianos que habían cumplido 17 años de edad, para hacerlo debían contar con ¨ el permiso de Prefectura¨. En cambio, si ya había estado bajo bandera y poseyendo la baja era menor de 28 años, también necesitaba  un  permiso  expedido por su distrito militar. Sin embargo para los que estuvieron en la marina no requerían ese permiso, pero si  debían notificarse en la Capitanía del puerto. Quienes podían salir sin inconvenientes eran los que tenían 32 años y ninguna obligación militar. 

En las pocas páginas del ¨Manual¨ se  indicaba como obtener el pasaporte y recomendaba también el cómo comportarse antes y durante el viaje  en barco, que por lo general  se hacían en los camarotes de tercera clase o, en algunos casos, en cargueros que tocaban varios puertos antes de llegar a la Argentina. En ese sentido  destacaba que  por entonces, «con la primacía de la Marina Mercante Italiana (…) algunas naves van desde Génova hacia Buenos Aires en catorce o  quince días», aclarando que eran los pasajes más caros, por ser sus naves modernas, Otras compañías para el mismo trayecto tardaban  entre 18 a 20 días para recorrer los 11.427 kilómetros que separan ambos países. 

El librito, en manos de quien por distintas razones dejaban  su tierra natal, acompañó a ellos durante todo el viaje. La consulta era constante, porque en sus páginas encontraba datos y consejos para poder integrarse al nuevo mundo que se le abría.  Ya en el barco, el viajero se encontraría en pocos días más con el problema del idioma. Por esa razón, en un apartado, Zettire se ocupó de ese tema. Para poder comunicarse en sus primeros días en Argentina, tradujo frases del italiano al castellano. Entre  las más usuales, los saludos, el pedido de cambio de las liras por pesos y cómo encabezar una carta a diversos funcionarios.

Si bien una nueva vida le esperaba por estos lados, no todos llegaron para quedarse por siempre. El desarraigo es fuerte, por lo que también lo eran  las intenciones de volver a casa. Aquí llegaban atraídos por la  prosperidad del país y los buenos salarios, pero si la situación en su país de origen cambiaba, tendrían todo listo para volver. Fue quizás pensando en eso que recomendaba a sus paisanos que practicaran un «patriotismo pacifico». En efecto, a ellos se les indicaba que desde la Argentina y comprando productos de origen italiano, pondrían a ese país en el lugar que antes no ocupaba. Sostenía que la compra de artículos locales estaba fuera de discusión, pero si debía elegir artículos importados que ofreciera ese mismo comercio, eligiera los de origen italiano. Se entendía que de ese modo en el país  que había dejado, se incrementaría el trabajo para los que allí habían quedado, ayudando entonces a su crecimiento económico.

Por último el autor de todas esa recomendaciones saludaba a sus compatriotas que con dolor habían abandonado la tierra natal y les deseaba ¨Mucha fuerza para ese enorme sacrificio que hará al abandonar su suelo nativo y mis deseos por un logro de una rápida y prospera fortuna que les permita, muy pronto, alcanzar el fin que se había propuesto: volver a ver el bello cielo itálico¨. Pero no todos pudieron hacerlo, la mayoría quedó  aquí para siempre abrazados a esta tierra que tanto amaron.

(*) El autor es periodista, historiador y miembro del Centro histórico «Juan Manuel de Rosas».

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