Por SOLANGE FINKELSZTEIN Magister en Economía. (*) |
Parece que está de moda en la Argentina crear arbitrariamente nuevas palabras (whatsapear o wasapear, emoji, hashtag, y otras) y a raíz de ello se me ocurrió, por qué no, definir la relación que tienen los argentinos con la economía, redefiniendo a los argentinos como “econotinos”.
Es que la relación que tenemos los argentinos con la economía y especialmente con algunas cuestiones de la economía es muy particular y prácticamente se podría decir que es una relación que data de largo tiempo.
Cuando un argentino nace, en la cunita del sanatorio se pone un cartelito con el nombre, la fecha de nacimiento, el peso… y la cotización del dólar. ¡Es así!
Los argentinos y el dólar tienen una relación especial. Podemos no recordar cómo se saca una regla de tres simple, ni la diferencia entre un triángulo isósceles y uno equilátero, pero si hay algo que sabemos es cómo está el tipo de cambio. No importa a qué se dedique cada uno de los argentinos, ellos siempre saben la cotización del dólar. Es como un hábito, como mirar la temperatura y el clima antes de salir de casa.
Y así manejamos los argentinos un cúmulo de información económico-financiera atípica para quienes no se dedican puntualmente a inversiones y negocios. Todos los argentinos saben que el dólar es importante.
Saben que existen fenómenos como el riesgo país y es más, en determinadas épocas lo monitorean de cerca y hasta los noticieros brindan información diaria del riesgo país (como la temperatura). Todos saben que hay una inflación núcleo. Todos hablan de competitividad. Se escucha en las calles, “lo que pasa es que en este país falta competitividad…” Parece que es un tema importante (y con esto no digo que no lo sea), pero el punto que quiero destacar es que no importa si se entiende bien de qué se trata y a quién afecta sino la facilidad con la que sale esta palabra en un intercambio del asadito del domingo.
Entonces me puse a pensar qué fenómeno hace que todos los argentinos manejen este lenguaje tan propio y específico de una actividad. No ocurre con todas la profesiones: el dueño del taller mecánico podría en mi caso decirme que se averió la membrana del rotulador y yo al menos tendría la duda de si la pieza existe, pero en definitiva confiaría en el especialista, ¿no? Ahora, cuando se trata de la economía, todos opinamos.
Todos sabemos lo que hay que hacer. Y no sólo eso sino que además los argentinos le ponemos nombre a cada fenómeno económico (porque con el nombre técnico no es suficiente): no alcanza con hablar de un tipo de cambio paralelo, sino que le ponemos nombre a todo, porque la relación que tenemos con la economía es tan estrecha que bautizamos cada uno de los instrumentos y políticas económicas: es el caso del dólar blue, del contado con liqui, el blanqueo, el corralito, el corralón, el Rodrigazo, y así la familia económica se agranda día a día.
Es que en algún momento si alguien ilustró esta situación de la Argentina y la particularidad de su economía fue Simón Kuznets, acreedor del Premio Nobel de Economía en 1971, quien alguna vez dijo que existían cuatro tipos de países: los desarrollados, los subdesarrollados, Argentina y Japón. Pocas economías logran fenómenos como la estanflación (la combinación de estancamiento e inflación).
Así somos, un caso especial, que más allá de traer dolores de cabeza a más de uno con las políticas económicas que tenemos en nuestro historial somos fuente de investigación para la ciencia.
Cambiando de tema… ¿A cuánto está el dólar hoy?
(*) La autora es coordinadora de Programas de Posgrado en UADE Business School (Universidad Argentina De La Empresa).
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