ANDREA VARTANIÁN
Sabemos que el ser humano es muy complejo, le buscamos el pelo al huevo, no aceptamos las cosas como son en la vida y nos empeñamos en querer cambiarlo. Vivimos insatisfechos, quejándonos, queriendo que las cosas fueran distintas. Vemos la realidad muchas veces de la peor manera por dejarnos influenciar por los malos pensamientos, que muchas veces puede provenir de falta de autoestima, de sobre exigencias, de la culpa inculcada desde la infancia, etc. y esto porque muchas veces vemos que las cosas no son como deberían ser, sentimos que merecemos algo mejor pero en realidad no pasa segun nuestras expectativas, y ahí al frustrarnos pensamos que quizás no lo merecemos.
En nuestra vida hay muchas experiencias dolorosas que no podemos eludir como las enfermedades, pérdidas, desilusiones, separaciones,, que nos causan malestar. Si añadimos al sufrimiento de estas experiencias una actitud de resistencia, solo conseguimos agregar más peso al sufrimiento.
Insistimos en que las cosas deben ser distintas de lo que son. Y pocas situaciones generan tanto sufrimiento como pelearse con la realidad. Nos frustramos y nos enojamos con el mundo. Todo empieza a ser insuficiente. Nada ni nadie alcanza.
La realidad insiste en mostrarnos otra cosa. Cuando efectivamente llega eso que tanto deseábamos, en la mayoría de los casos, no tenemos ese estado de felicidad y plenitud que esperábamos sentir.
Entonces, ante semejante desilusión, tendemos a proponernos nuevos objetivos, y volvemos a posponer el disfrute, entrando en un círculo de insatisfacción crónica.
“Únicamente sufrimos cuando creemos en un pensamiento que está en desacuerdo con lo que es. Cuando la mente está perfectamente clara, lo que es es lo que queremos”.
Cuando abandonamos el enojo y la queja por todo lo que no cumple nuestras expectativas, se nos abre un mundo de posibilidades. Principalmente, la oportunidad de aceptar y estar en paz con lo que no podemos modificar.
Pero no hay que confundir aceptar con resignar.
Un pensamiento clave para entender la resignación:
“Lo que caracteriza a una persona que está en el estado de ánimo de la resignación es que no ve al futuro como un espacio de intervención que le permite, a partir de las acciones que ella misma emprenda, transformar el presente. Sin embargo, generalmente la persona resignada no observa su estado de ánimo de la resignación como tal. Para esa persona, la resignación aparece como un realismo fundado”.
Y el siguiente de aceptación:
“Decimos estar en paz cuando aceptamos vivir en armonía con las posibilidades que nos fueron cerradas. Estamos en paz cuando aceptamos las pérdidas que no están en nuestras manos cambiar.”
La aceptación nos permite abocarnos a la tarea de cambiar lo cambiable, sin ser consumidos por el lamentar inútil frente a lo que nada podemos hacer. La aceptación nos coloca en la senda de la transformación del futuro”.
El aceptar no es volvernos conformistas o poco ambiciosos, todo lo contrario. Cuando somos capaces de amigarnos plenamente con aquello que nos tocó perder, ya sea una oportunidad laboral, una persona querida, o lo que fuera, abrimos el camino hacia el cambio genuino.
La verdad es que la vida siempre vale la pena vivirla, incluso aunque a veces esté salpicada con ciertas situaciones que nos generan tristeza. Si no existiera el dolor no podríamos entender lo que es la felicidad, opuestos que debemos vivir constantemente. Al menos desde la aceptación la vida no es tan compleja, nos ayuda a alcanzar calma. Y no todo es tragedia si podemos transitar nuestra existencia desde el disfrute y la aceptación.
Tendríamos que intentar ver lo no deseado como instancias de aprendizaje, de fortalecimiento, aceptar la vida en su completa totalidad con todo lo maravilloso que hay en ella, con todo lo terrible que nos puede llegar a pasar. Siendo humanos, viviendo una experiencia intensa es como nos desarrollamos y nos convertimos en mejores personas. El dolor tiene el poder de destruirte o construirte. Podemos vivir desde la negación y la obstinación, o desde la paz y la aceptación. Podemos elegir nuestro camino.
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