Por Esperanza Sesmero Dorado.
MADRID. .- Las elecciones generales españolas del
pasado 20 de diciembre, quizás haya sido el acto eleccionario con más opciones
políticas de toda la historia de la democracia ibérica.
Eso es algo que habla por sí solo del triunfo de la democracia, algo por lo que todos debemos felicitarnos, porque hemos aprendido a llevar y defender nuestras ideas en los mecanismos democráticos.
Eso es algo que habla por sí solo del triunfo de la democracia, algo por lo que todos debemos felicitarnos, porque hemos aprendido a llevar y defender nuestras ideas en los mecanismos democráticos.
Esa pluralidad ha llevado
a la existencia de un panorama político de lo más colorido, por decirlo
de alguna manera, pero un panorama en el cuál somos conocedores de la cantidad
de votos que ha obtenido cada formación política, pero somos incapaces de
saber, salvo haciendo un alarde adivinatorio, quién será el próximo
inquilino de La Moncloa y quiénes los que le ayudarán a hacer la mudanza,
permítanme la metáfora. Se abre un periodo de pactos para llegar a la
formación de un gobierno, período que debería de ser de diálogo y acuerdo,
y no de conflicto y enfrentamiento. Creo que sería bueno que,
independientemente del color político del cual se pinte el futuro gobierno, hay
que darle una solidez, tanto por la izquierda como por la derecha, por arriba o
por abajo.
Un país que está
intentando recuperarse de una durísima crisis económica, que ha golpeado con
especial dureza a la clase baja y a la clase media, si quiere ver crecer
su economía no puede permitirse un largo período de inestabilidad política y gubernamental,
porque hace huir a la inversión y frena el crecimiento, hace que la prima de
riesgo se dispare y que deje de crearse empleo hasta nueva orden, o hasta nuevo
gobierno. Y quizás la economía española esté ahora mismo en un punto demasiado
crítico en su recuperación como para permitirse ese lujo.
Esto no significa que haya que formar gobiernos a cualquier precio, el principal reto del próximo gobierno será cambiar la forma de hacer política, no sólo porque se ha terminado el bipartidismo y las mayorías absolutas, y ahora hay que dialogar, sino porque para que podamos seguir avanzando hace falta una nueva forma de hacer política, una política orientada al ciudadano y sus necesidades, garantizando sus derechos sociales, y sobre todo, incentivando su crecimiento, tanto profesional como personal. Porque la única forma de que un país pueda recuperarse completamente después de una crisis así, es que cada uno de sus ciudadanos salga de esa crisis, porque un país lo forma el conjunto de la ciudadanía, de nada sirve un país con un patrón de crecimiento que aumenta las desigualdades sociales.
Ese famoso fin del bipartidismo ha dado lugar a la existencia de los partidos
viejos o castas, y como respuesta a estos, los partidos nuevos, a los cuales los
han nombrado como fruto de la regeneración democrática, pero de nada servirá la
presencia de estos partidos nuevos si optan por hacer política con patrones
viejos. No sólo la presencia de nuevos partidos garantiza un
cambio, en ellos recae ahora la responsabilidad del saber hacer una nueva
política que haga que los ciudadanos vuelvan a ver en sus políticos a esos
líderes políticos de la transición, que independientemente de sus ideas,
supieron hacer llevar a un país desde una dictadura a una democracia sólida.
Los partidos viejos deberían mirar dentro de sí mismos, analizar qué les
hizo perder el rumbo, eliminar cualquier atisbo del cáncer de la
corrupción y empezar a entender que tienen que gobernar para el pueblo que les
votó, y entender que no todo es un juego de suma cero, que lo que unos ganan
otros pierden, que haciendo las cosas bien, y sobre todo de otra forma, todos
pueden ganar y salir adelante.Esto no significa que haya que formar gobiernos a cualquier precio, el principal reto del próximo gobierno será cambiar la forma de hacer política, no sólo porque se ha terminado el bipartidismo y las mayorías absolutas, y ahora hay que dialogar, sino porque para que podamos seguir avanzando hace falta una nueva forma de hacer política, una política orientada al ciudadano y sus necesidades, garantizando sus derechos sociales, y sobre todo, incentivando su crecimiento, tanto profesional como personal. Porque la única forma de que un país pueda recuperarse completamente después de una crisis así, es que cada uno de sus ciudadanos salga de esa crisis, porque un país lo forma el conjunto de la ciudadanía, de nada sirve un país con un patrón de crecimiento que aumenta las desigualdades sociales.
Está situación de
incertidumbre puede durar tanto como la cabezonería humana, pero creo que
por el bien de todos, deberían aprender pronto a dialogar y a entender que el
diálogo conlleva muchas veces dar tu brazo a torcer, evidentemente hay
temas que son innegociables, pero siempre que haya voluntad de
hacerlo, se puede llegar a un punto de encuentro. Ya lo dice el refranero
popular español, dos no discuten si uno no quiere, y es el momento, no de
discutir si no de construir, porque si no, esa pluralidad política como triunfo
de la democracia no servirá de nada.
Hay algo
fundamental que deberían entender todas las fuerzas políticas, nuevas o viejas,
de derechas o izquierdas, de arriba o abajo: no sólo gobierna el partido
que gane o en este caso el que logre pactar, la oposición también
gobierna, también tiene la responsabilidad política de apoyar o rechazar
propuestas, y dado el panorama político actual su responsabilidad va a ser mucho
mayor. Esa oposición, sea la que sea, no debería dejarse llevar por el orgullo o la rabia de ser la oposición y por eso rechazar de plano cualquier iniciativa, no sólo hay que dialogar para formar gobierno, también para aprobar iniciativas o leyes, y si en alguna ocasión comprenden que alguna de esas iniciativas son beneficiosas para la ciudadanía, aunque no haya surgido de su partido, ayúdenla a salir adelante, porque desde la oposición también se hace política, y solo si todos los españoles reman a favor de un cambio y un crecimiento económico estable se logrará salir de esta crisis sanos y salvos, y España empezará a disfrutar de esos brotes verdes que algunos llevan tanto tiempo anunciando.
Los ciudadanos queremos
personas con sentido común que cuando se sienten en su escaño de diputado, más
que sus siglas utilicen ese sentido común y sean conscientes al cien por cien
que en sus decisiones están en juego muchas cosas y muy importantes.
Quizás el principal cambio político que necesite España no sea el que haya más
o menos partidos, sino el que haya más personas en esos partidos dispuestos a
entender y a ejercer su trabajo, la política, con la responsabilidad, la
profesionalidad y el trabajo que ello conlleva. Quizás ese cambio que necesita
la política española no sea de unas siglas o de colores, si no un cambio en el
sentido común de la clase política respecto de la forma de hacer política, un
cambio de ideas, de principios, de valores y de objetivos, y de entender que
para hacer avanzar a un país primero hay que hacer avanzar a sus ciudadanos... Pero
de entenderlo así todo el tiempo, no sólo en campaña electoral.
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