Por Andrea Vartanian.
La inseguridad emocional es una
sensación de malestar, nerviosismo y temor que se presenta
regularmente en muchas circunstancias, esto genera a su vez sentirnos
vulnerables.
Una persona que es insegura no tiene confianza en sus capacidades,
carece de confianza en sí mismos. Piensa que los demás lo defraudarán, y temerá
defraudar también. Desconfía de las actuales circunstancias positivas, piensa
que sólo son temporales.
La
inseguridad puede provocar estados de timidez, paranoia y aislamiento social. Cuanto mayor es la
inseguridad, mayor es el grado de aislamiento. La inseguridad suele tener sus
raíces en los primeros años de la infancia de una persona, debido a situaciones
vividas en el pasado. Cada uno de nosotros
asimilamos la información de manera diferente. Son tantas experiencias con
diferentes grados emocionales que forzosamente tenemos que filtrar la información y elegir con cuál nos
quedamos.
Casi todas las experiencias que vivimos y sufrimos de
niños hacen huella en nuestro comportamiento. Poco a poco nos vamos adaptando
según hayan sido estas vivencias. Cuando somos niños absorbemos todo lo que nos
rodea y filtramos de manera muy personal las cosas que nos suceden.
Pudo haber pasado que nos hayan retado por haber dicho alguna
imprudencia a otra persona. Asì, asimilamos que hicimos algo malo en
expresarnos. Sin que nuestros padres hayan tenido esa intención puede suceder
que lo tomemos de esa manera.
Si de niño, en lugar de pensar que es malo expresarnos, no le damos importancia
y lo archivamos como una experiencia más, seguiremos teniendo esa manera
espontánea de expresar lo que pensamos sin ninguna restricción. Entonces cuando
crecemos y somos adultos, seremos una persona segura que no tendremos
preocupación de hablar y compartir lo que pensamos.
Como la inseguridad puede ser muy molesta y limitante y la mente
se encuentra amenazada, a menudo
se acompaña de mecanismos de
defensa,
como la arrogancia o la agresividad. En muchas personas con carácter fuerte, se
esconde un sentimiento de inseguridad que se enmascara para no mostrar el
verdadero problema que tienen.
Lo
bueno es que se trata de un comportamiento aprendido y podemos aprender otra
manera de filtrar las experiencias para que cambiemos ese comportamiento y
mejoremos nuestro autoestima y nuestra vida. Aunque cueste debemos hablar y
expresar lo que sentimos, a pesar de la inseguridad, de los miedos y
frustraciones.
En
esas situaciones de exposición
sentiremos que nuestro corazón latirá rápido o las manos sudarán. Es natural,
no estamos acostumbrados a hacerlo y
nuestros archivos mentales tienen guardada la información de que no es bueno
hacer eso. Por eso nuestro organismo se acelera, porque estamos saliendo de las
reglas y aventurándote a hablar y tenemos la preocupación de lo que eso podría
ocasionar.
Si todos los días ejercitamos expresar lo que sentimos, la práctica nos va a ir
dando la confianza de que no pasa nada y de que nos sentimos bien haciéndolo.
“La vida es inseguridad. A cada
momento se dirige hacia una inseguridad mayor. Es un apostar. Uno nunca sabe lo
que va a suceder. Y es hermoso que uno nunca lo sepa. Si fuera predecible, no
valdría la pena vivir la vida. Si todo fuera como te gustaría que fuese y si
todo fuera una certeza, no serías un hombre, serías una máquina. Sólo existen
certezas y seguridades para las máquinas”. Osho
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